martes, 17 de septiembre de 2013

Libélulas

17 de septiembre, cuatro años

Las libélulas fueron importantes en tu infancia y, por ende, en la mía aunque por distinta razón.

En los veranos tórridos villarraseros solías, junto a tus amigos, hacerte una “pistola” para ir en grupo a la caza de la libélula. Consistía la herramienta en un palo (si había suerte un trozo de listón ancho) al que se le clavaba un alfiler de la ropa y que se cargaba colocando un elástico ancho tensado entre la punta del palo y el alfiler.

Para localizar un grupo de libélulas no había más que ir a algún regajo de los que por aquel entonces estaban tras la tapia que había cercana a la iglesia y que ocultaba el campo y el camino del cementerio. Entonces fijabas el objetivo y pulsando el alfiler disparabas el elástico y, voilà, libélula cazada (o no, si no había suerte).

A mí todo aquello me parecía un poco de brutos pero a vosotros os divertía bastante.

En el retrato de tu madre que forma parte de la colección “Y la historia comenzó así” colocaste a su alrededor a modo de orla un montón de libélulas. Las libélulas te retrotraían a aquella época. A mí también me ha ocurrido eso siempre, hay cosas que son de una época concreta.

Es curioso porque al diseñar el cartel de tu exposición incluyeron algunas libélulas en el retrato tuyo base del cartel. Yo no dije nada, simplemente las vieron en la foto del retrato de tu madre y las incluyeron en el tuyo.

Hacía bastante tiempo que no veía una libélula pero últimamente la he visto en diferentes sitios y momentos .

Hará un par de semanas, estando cogiendo higos junto a Aitor de la higuera cercana a nuestra casa, de repente me dí cuenta que había una revoloteando alrededor mía. Soy bastante despiste pero es que ella fue muy persistente y tuve que fijarme en ella. Me pare a mirarla hasta que se fue y en aquel momento pensé si era posible que estuvieras llamando mi atención para decirme que tú también estabas allí junto a mí. Luego me dije, “¡vaya ocurrencia la mía”,

Este sábado, en Rociana, volvía a mi coche a recoger una caja de higos para bajar a casa de los compadres cuando vi que había algo en la punta de la antena. Me paré a mirar y era otra libélula quieta, allí parada. Sentí que mi corazón saltaba y me dije, “no es posible ¿otra?” Estuve mirándola unos segundos y cuando ya pensaba que estaba muerta, justo allí, de repente salió volando. Pero ahí no ha acabado la cosa porque al día siguiente, de nuevo ví a una libélula posada en mi antena, ¡qué extraño!

Ando muy triste estas semanas y quizás es que necesito creer.

Un beso muy grande hermano.

P.D. Mamá. Técnica mixta, óleo y acrílico sobre lienzo. 46 x 46

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